Otro comienzo, la misma historia. #2


Aún renqueante y con las emociones en el lado de la desesperación y de la reflexión, vamos a decir, tenía algo de tiempo libre y pocas ganas de hacer algo de provecho con él. Me encontraba en las tinieblas, abrazado a las húmedas y oscuras alas que una vez tuve a mis espaldas, contando las plumas vacías, preguntándome por qué ya no podía volar. Desterrado en un rincón oscuro de mi mente, arrodillado sobre la sangre negra, en el letargo de la depresión, la culpa y el victimismo, allí, me hundía. Recuerdo verme contar las plumas, arrancándolas una a una de la carne muerta de lo que un día fueron mis majestuosas alas. Recuerdo sentir las punzadas de dolor y el crepitar de la carne sin vida. Recuerdo estremecerse los muñones abrasados en la parte media de la espalda. Y donde los omóplatos se unen, se escucha el rugir de la cáscara al moverse, se siente el líquido de la carne fresca y la costra formada. Las plumas caen y la carne aparece entre ellas. La piel, pálida y fría, protege la carne y sus finos huesos. Allí, encadenado a mis propios recuerdos, abrazado al sueño no cumplido, a las expectativas inalcanzadas, paralizado por la ignominia del seco llanto, me encontraba ausente.



En el cielo, oscuro y lejano, algunas estrellas se precipitaban al vacío, explotando en etéreas esferas de fuego blanco. En la tierra, la luna riela en mis ojos y me acompaña durante las últimas sombras. Sobre el crepúsculo, las primeras luces del alba asoman sin piedad. La luz se une con la oscuridad bailando en el horizonte, riendo y saltando, juntos pero separados, como agua y aceite, y en esa delgada línea me encontraba yo. Me encontraba entre dos aguas, con las alas cortadas, aún en el dolor de la mutilación sufrida, en el lamento y en el victimismo, odiándome a mí mismo y a quién me rodea. Sin razón, estaba confundido y desubicado, mareado por el fulgor de la frustración, en el mar de dudas en que la razón te envuelve para enloquecer y no dejar ver lo que de verdad se ha de mostrar ante tus ojos. No solo es suficiente mirar, hay que ver, y en aquellos momentos estaba ciego, con los ojos encharcados de lágrimas agotadas. El ceño tenso y la mandíbula apretada. El cuello y la espalda duro como la roca. Los muñones que sujetaban mis angélicas alas ahora están agrietados. Mi mente vuela sin dirección sobre el océano de la vida y con rumbo a ninguna parte.  


Sin embargo, y como decía en la anterior entrada, la partida de la vida se encontraba en Jaque. Aún quedaban unos movimientos por hacer y según la naturaleza de las combinaciones y como afecten a su entorno, unas ofrecen mejores resultados que otras. Y así fue, tres años después, gracias a las infinitas combinaciones posibles y realidades alternativas, ahora mismo estoy escribiendo estas líneas, sentado en mi sillón de mi apartamento alquilado en Londres.  Sandra a mi lado, midiendo con un metro los muebles de la casa, preparando el viaje hacia lo que hoy conocemos como Naguada y lo que antes para nosotros fue “finca cualquier giro”. Jack, está tumbado en el sillón, mirádonos y preguntándose por qué somos tan aburridos. Él aún no sabe que es una pieza fundamental en esta historia y sin quererlo, nos ha ido guiando hacia donde ahora estamos y hacia donde estaremos.


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